lunes, 29 de marzo de 2010

Los hombres también parimos

Desde temprana edad callaba cada vez que mi madre solía decirme " Yo soy madre". Hoy no callo. Hoy refuto y contradigo. No me parece que ser hijo signifique tener una factura impagable.

A medida que me desarrollaba en años tanto como en libertad de pensamiento, inferí que es una frase que las madres suelen usar para intentar sacar ventaja de una situación. Más tarde, en mi paternidad, ya sabía que la madre de mi hija también hacía uso de las mismas argucias.

Ambas estaban al descubierto.

Si elegía el silencio era por la sencilla razón de evitarme el discurso materno. Pareciera que nueve meses no es suficiente para ellas. En ocasiones he llegado a creer que necesitan mucho más de ti, mucho más de tu tiempo y tus pasiones. Y, esa congoja hacia el sentir materno, se vivifíca aún en mi tímpano cada vez que veo a mi madre y sé que espera que calle, que salude primero a los adultos, que no hable de temas sensibles a las generaciones pasadas y que no la averguence por tener autonomía mental. Mi madre, devota ferviente del catolicismo, gusta mucho de una canción titulada.

Una madre no se cansa de esperar.

Hubiese preferido que se ahorrase el desvelo esperando mi regreso, que le hubiese ganado el sueño y, que se hubiera recostado sobre su cama sin la mayor preocupación. Sentía que eso incrementaba mi deuda. Y, sentirme endeudado, es una sensación que me desagrada en absoluto.

Para mí, la presencia maternal tiene caracter inquisitorio. Siento que el desmedido amor de madre, es capaz de vulnerar las fronteras de lo íntimo para convertirlo en algo apocalíptico.

Parir otorga poder.

Y, si mi inferencia tiene lógica, los hombres también parimos.

Parimos al conseguir nuestra primera novia. Elegir las palabras para enamorarla no es tarea fácil. Mirarla de cierta forma en la que pueda entender tu sentir sin avergonzarte es muy complejo.

Luego - de ser el caso - la primera relación sexual te trastoca los nervios y te asemeja a una parturienta. Realmente duele parir.

Parimos al conseguir nuestro primer empleo, al tener nuestro primer hijo, parimos al verlos crecer y parimos tambien al verlos partir.

El parir es sinónimo de sufrimiento.

Particularmente, suelo parir en cada uno de mis textos. Me doy íntegro en cada línea, en cada trazo mental que surca mi mente y me predispone a la escritura. Creo firmemente que nuestras obras son nuestros hijos y ello nos da vida. Nos dice quienes somos, quienes deseamos ser.

El amor debería tener límites. Nadie nos pertenece. No nos pertenecen nuestros padres, nuestros hermanos, nuestra pareja. Mucho menos aún nuestros bienes materiales. Elegir la libertad es ser feliz y aceptar que somos un pequeño renglón en el amplio libro de la existencia. Imaginar que somos parte de un átomo, no el átomo.

El amor debe fluir libremente. El amor esta plagado de poder y, si el poder no fluye libremente, se condensa y si se condensa, corrompe a la persona. De alguna manera todos estamos corruptos por el amor. El amor desmedido nos hace esperar cada vez más de los demás, tal y como yo espero que mi madre me entienda alguna vez. Espero que calle alguna vez con tan sólo oirme decir "Soy tu hijo"...

No creo que suceda, aún así, sigamos pariendo.

1 comentario:

Jhirly dijo...

Creo, que casi todas o la mayoria de mujeres usamos esa expesion "Yo soy Madre", bendita palabra, por que es una simple y completa justificación, para que nuestros hijos no se den cuenta que somos piezas iguales a ellos, pero con diferente molde, somo humanas tambien, tenemos errores y algunas o muchas veces no sabemos de la vida, que aprendemos solas, segñun nuestros criterios o la manera com ofuimos criadas, desde nuestra bisabuela,o abuelita, y seguimos esa misma tradicion, esquema o figura, sin pensar que la repetimos, a veces sin saber el porque???.....